Dos poemas dramáticos by Stéphane Mallarmé

Dos poemas dramáticos by Stéphane Mallarmé

autor:Stéphane Mallarmé [Mallarmé, Stéphane]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Poesía, Otros
editor: ePubLibre
publicado: 1959-01-01T00:00:00+00:00


II

Escena

La nodriza

¡Vives! ¿o aquí la sombra veo de una princesa?

A mis labios tus dedos y sortijas y cesa

de andar entre una edad ignorada…

Herodías

Detente.

El dorado torrente de mis inmaculados

cabellos, cuando baña mi cuerpo solitario,

lo hiela de horror y es inmortal si se une

a la luz, ¡oh, mujer! me mataría un beso

si muerte no fuera la belleza…

¿Qué encanto

me atrajo y qué olvidada mañana de profetas

vierte fiestas dolientes en muertas lejanías?

¿Lo sé yo? Tú, nodriza de invierno, me has visto

entrar bajo pesada prisión de roca y hierro

donde arrastraban siglos de fiereza mis viejos

leones. Yo caminaba fatal, con manos puras,

en el perfume aislado de los antiguos reyes.

Pero ¿viste además cómo fue mi hondo espanto?

Me detengo soñando en destierros, deshojo

—cerca de una fontana cuyos chorros me amparan—

mis blanquísimos lirios, mientras, enamorada

con la mirada, observo a los lánguidos chorros

descendiendo en silencio a través de mi ensueño,

los leones apartan la calma de mis túnicas,

observando mis pies que la mar calmarían.

Sosiega los temblores de tu carne senil,

ven y a mi cabellera, imitando las formas

demasiado feroces que te causan pavor,

ayúdame, que así no resistes mirarme,

enfrente de un espejo a peinar indolente.

La nodriza

Para la alegre mirra en cerradas botellas,

de la esencia obtenida de vejeces de rosas,

¿deseáis, niña mía, ensayar la virtud

fúnebre?

Herodías

¡Deja ahí los perfumes! no sabes

nodriza que los odio ¿o quieres que yo sienta

que su embriaguez ahogue mi lánguida cabeza?

Quiero que mis cabellos, que no son bellas flores

que esparcen el olvido de dolores humanos,

sino de oro por siempre virgen en su fragancia,

en crueles resplandores y turbia palidez,

observen la frialdad estéril del metal,

os habéis reflejado sobre el muro nativo,

armas, vasos y gemas de mi desierta infancia.

La nodriza

¡Perdón! la edad borraba, reina, vuestra defensa

de mi espíritu pálido como un libro antiguo…

Herodías

¡Basta! Ten ante mí ese espejo.

¡Oh, espejo!

Agua enfriada de hastío en tu marco helado,

cuántas veces durante horas en desolados

ensueños y buscando mis recuerdos —igual

que hojas bajo tu luna de agujero profundo—

me aparecí en ti cual una sombra lejana,

mas, ¡horror! ¡por las noches en tu severa fuente

yo vi la desnudez de mi ensueño disperso!

Nodriza ¿soy hermosa?

La nodriza

Un astro, ciertamente,

pero esta trenza cae…

Herodías

Suspende tu delito

porque enfría mi sangre hacia su origen, cesa

tu acción ¡oh, impiedad!: ¡ah! dime ¿qué seguro

demonio te proyecta en la emoción oscura,

el beso, los perfumes brindados, lo diré?

Corazón mío, esta mano aún sacrílega,

creo, ansia tocarme, se alzará en un día

que no acabará sin ruina sobre la torre…

¡Oh, día que Herodías espera con horror!

La nodriza

¡Tiempo extraño en efecto del que el cielo os ampare!

Erráis, aislada sombra y reciente furor,

mirando con espanto tus ansias horrorosas:

pero siempre adorable igual que una inmortal,

oh, niña mía, bella hasta lo terrible tal

que…

Herodías

¿No ibas a tocarme?

La nodriza

Quisiera ser aquella

a quien vuestros secretos concediera el destino.

Herodías

¡Oh, calla!

La nodriza

¿Llegará tal vez?

¡Estrellas puras,

no escuchéis!

La nodriza

De qué modo, sino entre oscuridades

espantosas, soñar más implacable aún

al dios que por los altos dones de vuestra gracia

aguarda suplicante. ¿Para quién, devorada

de angustias, reserváis el misterio ignorado

y el vano esplendor de vuestro ser?

Herodías

Para mí.

La nodriza

Triste flor solitaria sin otra turbación

que su sombra en el agua vista con atonía.

Herodías

Vete, tu piedad guarda igual que tu ironía.

La nodriza

De todos modos: ¡oh! no, cándida criatura,

decrecerá, algún día, este desdén triunfante.



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